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Seguir el ritmo de la demanda
Cuando las propuestas de las empresas no siguen el ritmo de cambio de su público objetivo, ocurre una desconexión que se traduce en falta de conversión. Mi reflexión es si ambas partes sienten su parte de responsabilidad en este baile de insatisfacciones.
El 88% de los directivos globales percibe que sus clientes y empleados cambian más rápido de lo que ellos pueden transformar sus negocios. Simplemente por ser consciente de este desajuste de ritmos, es de suponer que los directivos ya sufren su parte incremental de presión. En las empresas no es posible aplicar el dicho popular «Ante el vicio de pedir está la virtud de no dar» porque eso lleva a perder competitividad y a la larga te condena a la desaparición.
«Para quedarte donde estás tienes que correr lo más rápido que puedas. Si quieres ir a otro sitio, deberás correr, por lo menos, dos veces más rápido».
La Reina Roja en «A través del espejo y lo que Alicia encontró allí» (Lewis Carroll, 1871).
Conversaciones exigentes.
Por otro lado, siento que no todas las personas interpretan el empoderamiento con la justa medida de la responsabilidad que conlleva, y eso acaba generando estos desencuentros, con insatisfacción por ambas partes, empresas y clientes.
Siento en cada proyecto más que nunca que estamos en la plena efervescencia de la exigencia de conversión. Sabemos que la conversión se puede definir de muchas formas, pero ahora la conversión que más se pide es la que está muy, muy, muy cerca de la venta o la venta en sí misma. Un lead de calidad para trabajarlo comercialmente, en ocasiones, no resulta suficiente. Quien me conoce es posible que me haya visto responder en más de una ocasión que le pedimos a un consumidor o usuario que haga más que lo que cualquiera de nosotros, en nuestro rol de consumidor o usuario, haríamos. Y nunca he encontrado a nadie que me lo niegue, pero detrás siempre hay un «sí, pero hay que apretar más«.
Ocurrencia vs reflexión.
La velocidad de pedir no es la misma que la de responder. Casi nunca. Creemos que todo puede ir a la misma velocidad que pensamos, e incluso en muchos casos lo habitual es pensar que las empresas deberían ser capaces de responder a la velocidad que a cualquiera se le pueden ocurrir las cosas. Ocurrencia vs reflexión, interesante debate para otro momento.
Creo que del mismo modo que creamos la cultura de la inmediatez, deberíamos crear también la cultura de la necesaria «aparente lentitud» de las empresas, porque por muy pequeñas que sean, son transatlánticos de emociones, responsabilidades y futuros sostenibles de muchas familias.