José Antonio Rodríguez
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La Gran Transformación Digital

Ya eramos digitales nos faltaba transformarnos

Ya éramos digitales, solo nos faltaba transformarnos.

Somos muchos los que sostenemos, desde hace tiempo, que en la Transformación Digital la clave está en la Transformación, no en lo Digital. Lo Digital es un hecho, la Transformación es una opción. ¿Lo es?

¿No será que la digitalización es la causa y la transformación el efecto? ¿Podría decirse que hemos sido capaces de desarrollar un entorno digital, una economía digital, una comunicación digital, pero no hemos sido capaces de adaptarnos a nuestra propia creación? Personalmente creo que sí, que podría decirse exactamente eso.

Pero las hipótesis necesitan una demostración empírica para contrastar su validez. Lo que significa que debe poder desarrollarse un experimento que estrese la premisa y pueda confirmar, con el mínimo margen para el error y la incertidumbre, la hipótesis. El entorno experimental, puestos a añadir complejidad, debe ser asimilable a lo que todos aceptaríamos como “realidad”.

La mayor Beta de todos los tiempos.

Y llegó un entorno experimental que nunca predijimos, que nunca imaginamos y que nunca deseamos. Se llama Covid-19 y ha hecho de la realidad el mayor entorno experimental de todos los tiempos.

Este organismo submicroscópico ha conseguido dos cosas impensables (sin mencionar el drama sanitario, la tragedia de los fallecimientos y el caos social y económico): encerrar a la humanidad en casa (entiéndanme, utilizo casa como término general para referirme al confinamiento global) y hacer a los individuos conscientes de su interdependencia.

Mundo analógico pause. Entorno digital play.

Hay una tercera cosa, producto de las dos anteriormente mencionadas, que el Covid-19 ha provocado: evidenciar que ya éramos digitales, pero no nos habíamos dado cuenta.

Las calles quedan desiertas y la Red bulle de actividad. Las oficinas se vacían y las Plataformas Colaborativas llenan las pantallas de los rostros de colegas, colaboradores, clientes y equipos.

El Cloud deja de ser un etéreo lugar en el que los ingenieros informáticos nos habían hecho creer que estaban accesibles datos, herramientas y, en definitiva, todo o casi todo lo que nuestro negocio necesita para funcionar, y pasa a ser un espacio de trabajo fluido, fiable y robusto. El Cloud existe. Y funciona.

De la Inteligencia Artificial a la Inteligencia Adicional.

La Inteligencia Artificial se sienta con nosotros a trabajar y, desde el otro lado de la pantalla, despliega sus algoritmos para que comprobemos que todo aquello que imaginábamos que se podía hacer, hace ya tiempo que se está haciendo. Y también funciona.

Ya no la vemos tan artificial, la vemos más cercana. Me atrevería a decir que estamos empezando a verla como lo que realmente es: Inteligencia Adicional.

El Internet de las Cosas (IoT) también existe, y ya no es extraño y ajeno, forma parte del entorno próximo, del funcionamiento de lo cotidiano. Es algo más amigable, más personal. Ya no es tanto el Internet of Things, a secas, y se acerca más al IoPT, el Internet of Personal Things.

Pero, ¿todo esto es seguro? Ahora que nos hemos hecho conscientes de la digitalización, nos sobrecoge la sensación de vulnerabilidad.

La Ciberseguridad ya era importante. Siempre lo fue. Lo que sucede es que de la magnitud de su importancia tampoco nos habíamos dado cuenta. Terminábamos la jornada en la oficina, activábamos la alarma, cerrábamos la puerta y nos marchábamos a casa tranquilos. ¿Quién activa la alarma y cierra la puerta en la nube?

La Transformación siempre viene de fuera.

No es necesario ahondar más en la descripción de un entorno que nos envuelve a todos. Una situación en la que, como en todo acontecimiento extraordinario, hay necesidad de Empatía y excedente de Oportunismo.

Pero me parece necesaria la reflexión (colectiva, cuanto más colectiva mejor) sobre si, sin esta pandemia global, la Transformación Digital se hubiese hecho también global.

Soy un apasionado del lenguaje, un practicante de la sintaxis de calidad (me esfuerzo por serlo), y un firme convencido de que el lenguaje determina el pensamiento (muy Orwelliano, lo sé). Y no deja de sorprenderme que, cuando hablamos de transformación, al menos en idioma español, la sintaxis que normalmente utilizamos es del tipo: “La Empresa sufre una Transformación Digital”.

Es decir, nos referimos a algo o alguien, en este ejemplo la Empresa (sujeto), que sufre (verbo transitivo) una Transformación Digital (complemento directo). Hago hincapié en que el verbo que más se asocia con “transformación” es “sufrir”. No se sufre voluntariamente. No se elije sufrir. Se sufre por imposición externa o por imponderables que no se pueden controlar. Se sufre para sobrevivir. Se sufre para dejar de sufrir.

El momento de dejar de hacerlo es ahora.

Ya éramos digitales, solo nos faltaba transformarnos.

Resulta, si más no, digno de reflexión, y no precisamente semántica.

Somos digitales desde hace tiempo y no se nos ha hecho evidente hasta ahora. Somos capaces de exprimir los recursos tecnológicos con normalidad y eficiencia y no nos creíamos capacitados hasta ahora. Nuestras habilidades de aprendizaje y adaptación son muy altas y no las habíamos puesto a prueba hasta ahora. Tenemos buenas herramientas para construir un futuro digitalmente humano y no las habíamos utilizado adecuadamente hasta ahora.

Ha tenido que ser un diminuto enemigo, con nombre nada épico, quien nos haya hecho entender que lo digital nunca fue una amenaza, siempre ha sido la oportunidad. Hemos sufrido lo que podríamos haber disfrutado.

La Transformación Digital hoy tiene ante sí una perspectiva muy distinta a la que tenía hace tan solo tres semanas. Pero, esta perspectiva de hoy, ¿será sostenible en el tiempo cuando la normalidad vuelva? Porque la normalidad volverá. Será muy diferente, pero volverá. ¿Aprovecharemos el impulso o regresaremos a la inercia?

¿Seremos capaces de ver, entender y aprovechar la oportunidad que viene envuelta en esta crisis?

El momento es ahora.