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El efecto Snowden
Los papeles de Panamá son, hasta el momento, el máximo exponente de las filtraciones que hemos vivido en los últimos años.
El caso #panamapapers es uno de esos casos de magnitud global que, superado el asombro inicial, nos deja apáticamente decepcionados, sarcásticamente habituados y moderadamente expectantes. Si esto ha sucedido cualquier cosa puede suceder.
Los únicos nombres propios que conocemos de este caso son los del despacho de abogados panameño del que proviene la filtración y los nombres de clientes suyos que van apareciendo en la prensa día sí y día también. No conocemos, todavía, quién abrió la caja de Pandora y tampoco sabemos, todavía, por qué ese alguien tomo la decisión de desatar el Apocalipsis.
Decía Edward Snowden en unas declaraciones recientes, a raíz de la salida a la luz de los Papeles de Panamá, que “el coraje es contagioso”. No le falta razón.
Aunque es posible que el coraje no sea el detonante, o la virtud, que impulsa a una persona a “hacer lo que hay que hacer”, siempre según su particular escala de valores y prioridades. Sea el coraje u otro el motor que impulsa a la acción, lo determinante es que quien lo hace asume que “alguien tiene que hacerlo”, y esa es una motivación esencialmente altruista. Eso es lo que hace que sea una conducta impredecible.
Habrá más Papeles de Panamá.
Con los antecedentes que tenemos, desde Wiki leaks hasta la Lista Falciani, por ejemplo, si de algo podemos estar seguros es de que los #panamapapers no serán el último caso de filtración de información sensible. Habrá más.
¿Dónde, cuándo, quién, por qué? No lo sabemos ni podemos intuirlo. Y diría que tampoco se puede prevenir, porque se puede prevenir el “mal”, pero es complicado prevenir el “bien”. Y, siguiendo con el tono bíblico, seguramente hay muchas organizaciones rezando para que no les suceda a ellos.
No se puede prever ni prevenir porque no se trata de una tendencia, se trata de una redención, una heroicidad, un castigo, una misión: es un acto para denunciar un mal, un desequilibrio perverso, una mentira oculta, una agresión encubierta, un engaño fabuloso. O, sencillamente, un “no puedo más, hasta aquí hemos llegado”. Cuando el momento llega, llega. Sin más. Un segundo antes no pasaba nada, un segundo después no hay nada que hacer.
Hay un Snowden en tu organización.
Lo hay, no lo dudes. Un Snowden en potencia, durmiente, inactivo, pasivo, silencioso, inconsciente de serlo. Puede que tú mismo lo seas. O quizá no está en tu empresa, está en tu casa, en tu gimnasio, en tu peluquería.
Snowden es una metáfora para evidenciar que lo que está oculto siempre sale por algún sitio. Por la Red, por la puerta principal, por la puerta de servicio, por una ventana o por la alcantarilla. Siempre sale.
Que un Snowden se manifieste depende mucho de la cultura corporativa, de la política de comunicación interna, de la gestión de RR.HH. Por eso es importante compartir, informar, involucrar, escuchar. No es lo mismo guardar confidencialidad que guardar secretos. Es necesario generar el mayor grado posible de confianza con cada nivel y cada persona de la organización.
Seguro que estamos muy concienciados de la importancia de la seguridad, de la ciberseguridad. No creo que el problema sea la falta de sensibilización sobre la seguridad. Estamos hipersensibilizados al respecto.
La cuestión crucial es quién sabe qué y si quién sabe qué actuará siempre de acuerdo con los principios éticos corporativos y si esos principios éticos corporativos entran en colisión con la ética individual de quien sabe lo que sabe.
Conozco muchos departamentos de RR.HH. de grandes, y no tan grandes, organizaciones que están incorporando nuevas metodologías y perfiles profesionales a sus equipos. No es extraño, por ejemplo, ver criminólogos en departamentos de RR.HH. Prudencia obliga.
Hablo con personas y organizaciones que nos encargan «proyectos de investigación» que no son proyectos de investigación online, digamos, al uso, sino proyectos de Inteligencia (por muy rimbombante que suene). Todos tienen algo en común, necesitan «saber», «conocer», y, en la mediad de lo posible, «anticiparse». Anticiparse a los posibles problemas, a los competidores, a las tendencias, a lo que pueda tener un impacto en su ámbito de actividad.
Las sorpresas en los negocios no suelen ser algo bueno.
¿Cómo ha podido pasar? Bueno, siempre hay una explicación que nada tiene de paranormal. Todo pasa porque alguien, por acción u omisión, provoca o consiente que suceda. De ahí que lo importante no sea el qué, sino el quién y el por qué.
Me voy a tomar la licencia de concluir parafraseando una de los momentos más memorables de una de mis películas de cabecera: el monólogo final de Roy Batty en Blade Runner. Al final del artículo tenéis el monólogo original (en versión española), a continuación os dejo mi versión (basada en hechos absolutamente reales, vividos en primera persona y convenientemente disfrazados para guardar la debida confidencialidad):
«Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. He visto colgados en Slideshare documentos confidenciales que un CEO iba a presentar en una reunión con accionistas VIP, días antes de que la reunión tuviese lugar. He visto como un acuerdo comercial «secreto» se desvelaba porque la Señora Y, esposa del Presidente de la compañía X, se hacía un tratamiento en el Salón de belleza Z y su estilista colgaba en una red social una foto con un comentario que decía, más o menos, «la Señora Y con su nuevo look, impresionante para la fiesta de este fin de semana a la que su marido no asistirá porque ha preferido irse a comprar una empresa a la ciudad Q». He visto como esa publicación del estilista acumulaba likes, entre ellos el de la propia Señora Y y el de varios amigos suyos que eran, además, miembros del equipo directivo del Presidente de la compañía X. He visto datos aparentemente inocuos que alguien compartió en un post sin entender que otro alguien, que supiera poner en contexto esos datos, vería en ellos una mina de oro.»
En un mundo hiperconectado todo permanece, nada desaparece como lágrimas en la lluvia. Las personas son, somos, la clave.
Muchas gracias por llegar hasta aquí. Espero que la lectura haya valido la pena.