Lo cierto es que la mayoría de usuarios de las redes, la gran mayoría de internautas somos, cada día más, amigos de lo ajeno. Nosotros somos muy amigos de lo ajeno. Confesado queda.
Ser amigo de lo ajeno significa:
- respeto
- admiración
- colaboración
- búsqueda del mutuo beneficio
- recomendación
- y actitud constructiva
Si tu amigo gana, tú ganas. La amistad significa compromiso, un compromiso mutuo que cada parte asume de forma voluntaria.
Somos amigos de lo ajeno porque lo respetamos y lo compartimos, porque aprendemos de lo ajeno y buscamos en lo ajeno el complemento de lo propio.
Somos amigos de los contenidos ajenos, de los conocimientos ajenos, de los comentarios ajenos, de las conversaciones ajenas, de los puntos de vista ajenos.
Buscamos las opiniones ajenas y los diálogos ajenos, participamos en ellos y cuando nos parecen interesantes y útiles invitamos a otros a participar también. Compartimos contenidos, citamos autores, enlazamos con las fuentes, damos visibilidad a los creadores originales. Si algo nos gusta es porque también nos gusta decir quién lo hace. Porque hay un mundo ajeno que merece ser conocido, reconocido y compartido.
A medida que los amigos de lo ajeno crecen y se multiplican, la inteligencia social, la inteligencia colectiva, crece y se hace fuerte.
Gracias a que la gran mayoría de las personas, y por tanto la gran mayoría de los internautas, somos amigos de lo ajeno, la Red se ha convertido en un lugar en el que, contra la excepción de restringir, se impone la costumbre y el hábito de compartir. Esa es la principal regla de juego en este terreno. Es una regla sencilla, fácil de entender, no siempre fácil de poner en práctica.
Los enemigos de lo ajeno, por el contrario, que también los hay y no pocos, no comparten, no socializan. Los enemigos de lo ajeno en lugar de abrir puertas cierran comentarios. Nos quieren como lectores, como seguidores, como consumidores, pero no como colaboradores, no como aportadores de opinión. También hay enemigos de lo ajeno que copian y pegan, no piden o intercambian. Toman pero no dan.
Los entornos cerrados, los contenidos monolíticos, la ausencia de links que nos permitan salir a contrastar una opinión o ampliar un conocimiento, los muros cerrados a comentarios, las áreas fuertemente custodiadas por contraseñas, los accesos vedados por interminables formularios… todo eso son las señas de identidad de los enemigos de lo ajeno.
Este no es un discurso bienintencionado sobre los valores e ideales de una sociedad digital armónica y perfecta. Es un discurso de negocios en el que hablamos sobre las claves que permiten establecer relaciones tanto personales como comerciales porque, a fin de cuentas, las relaciones personales y las comerciales sólo se diferencian en el tipo de transacción. Transacciones emocionales y transacciones económicas.
Para hacer negocios es imprescindible que todas las partes implicadas ganen, cada una en función de sus expectativas.
Cada parte espera algo de la otra y para conseguirlo está dispuesta a dar algo a cambio. Los negocios mejoran cuando ambas partes, o las múltiples partes, son amigas de lo ajeno. Hacer negocios es compartir. Hacen falta al menos dos partes para hacer negocios. Para hacer negocios necesitamos lo ajeno.
Lo propio es limitado mientras que lo ajeno es enormemente amplio. Como individuos, empresas, marcas u organizaciones, si pensamos sólo en lo propio, nos hacemos pequeños. Valorando lo ajeno el horizonte se amplia y el mundo se hace grande.
Es recomendable y es inteligente tenerlo en cuenta para no hacer buena la célebre cita (cuyo autor no logro recordar) que dice que “en este país todo el mundo va a lo suyo, menos yo, que voy a lo mío”.
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